Casi todos estamos iniciando las vacaciones y no quería que os marchárais sin «ese otro capítulo» del libro que estoy a punto de publicar y os ofrecí hace ya algunos días. Ha ido despacio pero que finalmente se está cociendo para septiembre, ¡os comunicaré más detalles a la vuelta del verano!
¡Ay, que a gustito se va,
con los pies a un palmo del suelo!
Sin prisa y sin tambolero voy
y no hay trabanqueta
que me quite este bacilón.
Si el agua se mide con litros,
y las horas miden el tiempo,
dime tú… ¿cómo, se miden los sueños?
El mundo de los sueños, no tiene dueño,
El mundo de los sueños, no tiene techo.
Llévame tú… dónde nace lo bueno.
El mundo de los sueños, Macaco
El sueño panamericano resucitó en la exposición de un pintor argentino amigo de Anna, una amiga del trabajo, y fue gracias a uno de sus cuadros: La Tinaja. Lo vi enseguida y me atraía con fuerza mientras disfrutábamos de la tertulia y los canapés.
De vez en cuando, me giraba hacia él y no podía dejar de seguirlo con la mirada. Entre bromas, averigüé su precio, si había alguien interesado y ¡acabé comprándolo! Sin embargo, al día siguiente me arrepentí, porque de pronto, me asaltó el fuerte presentimiento -terrible entonces- de que mi jefe quería prescindir de mí. Por eso llamé al artista y le dije:
– Por favor, ¿puedes poner en venta “La Tinaja” otra vez? Tengo la sensación de que voy a tener problemas en el trabajo y si es así, quizá me vaya a Sudamérica un tiempo. No es buen momento para comprar un cuadro. Si no consiguieras venderlo, me lo quedo, pero inténtalo, por favor.
– Sí, claro, ¡es que es para vos! ¡lo necesitás! –me contestó, como si no me hubiera escuchado, y añadió:- ¡Claro! Ya sé que os pasa: ¡tenés que disfrutarlo ya! Mañana mismo te lo llevo.
Está claro que le debió parecer un pretexto y, dicho y hecho, al día siguiente se presentó en casa con el cuadro dedicado: “Espero que te traiga suerte, dinero y amor este nuevo siglo, diciembre de 2000.”
No tuve más opción que quedármelo, aunque no llegué a colgarlo porque por algún motivo no supe encontrarle ubicación. Lo fui moviendo de sillón en sillón, mientras se precipitaban los cambios a mi alrededor. Empezando por la misma víspera de Reyes, en la que mi jefe me sorprendió con la extraña carta que dejaba claras sus intenciones, confirmando mi presentimiento de que las cosas estaban a punto de cambiar.
A partir de ese momento, se sucedieron nueve complicados meses, de emociones de todo tipo y también de un inmenso apoyo afectivo.
Me di cuenta de la fuerza del cariño y de que el mayor secreto para ser capaces de salir delante de las situaciones complicadas, estriba en saber pedir lo que necesitamos, algo que hasta entonces yo no había experimentado con tanta claridad. Y me di cuenta de que los demás, cuando nos quieren, están deseando proporcionárnoslo y creo que ése fue mi mayor acierto para conseguir atravesar con éxito el proceso de salida de la compañía.
Poco a poco, me fui recuperando del golpe y a los cuatro o cinco meses, no sólo estaba mucho mejor sino que incluso había conseguido remontar mi situación profesional. En aquel momento, éramos varias las amigas que atravesábamos períodos difíciles y, conscientes de que nuestras vidas estaban destinadas a cambiar, nos entregamos a vivirlo intensamente, entre risas, lágrimas y caipirinhas.
Fue un año increíble, que fuimos capaces de disfrutar plenamente a pesar de todo lo que nos estaba pasando y en el que México se convirtió otra vez en mi cómplice, cuando hice mi segundo viaje a ese país, durante mis vacaciones de verano. Fui con Emma -mi más amiga que prima, como me gusta llamarla- y con Javier, mi gran amigo mexicano al que estaba muy unida.
En Creel, me identifiqué por primera vez con los que viajaban solos por un largo período de tiempo, tomando conciencia de que eso era lo que quería hacer. Era una parada del Tren de los Mochis, en la ruta Chihuahua-Pacífico, donde coincidimos con bastantes viajeros.
Mi visión de pronto se hizo nítida, en el “pinche pueblo de la chingada” -como lo acabaríamos llamando en honor a Javier- para el que el lugar no tenía demasiado interés:
– ¡Pero si sólo tiene una pinche calle! – nos decía.
La frase nos sorprendió y nos hizo mucha gracia, porque nosotras estábamos cautivadas por Creel. Así que, la combinamos con otra de las expresiones que se utilizan por allí y ¡todavía nos reímos cuando la recordamos!
Al ver a los mochileros subiéndose al tren y contarme sus planes de viaje, el sueño tejido durante años, se volvió claro de repente, convirtiéndose en la única opción con sentido. Ya no podía seguir ignorando que tenía esa ilusión, porque mi vida se hubiera quedado desteñida y desprovista de los colores del continente que tanto amo y al que, de alguna manera, ya pertenecía entonces.
Un año después, cuando regresé del viaje panamericano soñado, decidí pintar mi casa con todos esos colores que me evocaba Latinoamérica. Reubiqué los cuadros y casi sin planteármelo, “La Tinaja” gravitó hacia el centro del salón, el lugar que le pertenecía por derecho propio.
«Son raros los hombres que consiguen comprender el mundo
sin salir de sus ciudades.» El Alquimista, Paulo Coelho
Ya tienes a una lectora, me muero de ganas de leer tu libro. Me encanta lo de los colores con los que pintaste tu casa al regresar,,, y la frase de Paulo Coelho me encanta
Me hace muchísima ilusión que estés disfrutando del inicio y, por lo que comentas, ¡vas a disfrutar mucho la novela! ¡Gracias por tu maravilloso entusiasmo!
Te hago una pregunta…sabes el origen de la pintura de la Pachamama…la original no es esa, sino una mas rupestre, quiero saber de donde viene? quien lo hizo? Muchas gracias!
Hola Sergio, es una interpretación de la imagen, combinada con el concepto de dualidad del Yin Yang a modo de sincretismo. La ha hecho una dibujante expresamente para mi libro. ¿Te gusta? Me gustaría conocer tu opinión… Un abrazo, Mjo